Salir de un crédito en mora, castigado o en legal es un paso muy positivo, pero ¿cómo evitamos caer en la misma situación de nuevo?
Hemos podido sobreendeudarnos por circunstancias sobrevenidas, por desorden en nuestras finanzas o por desconocer el funcionamiento de los instrumentos crediticios.
Para cada uno de estos casos es conveniente, una vez superada la morosidad, ponerse metas financieras y personales que ayuden a evitar la recaída.
Sobreendeudamiento accidental
Entran en esta categoría las deudas que se contrajeron por accidentes, situaciones de salud, despido involuntario, daños imprevistos a las propiedades y otras situaciones por el estilo.
En esos casos, muy probablemente, se recurrió a préstamos —y en especial a la tarjeta de crédito— para sortear las dificultades del momento. Pero a un precio muy elevado.
Seguramente terminaste con un desbalance en tus finanzas, o sea, con compromisos económicos por encima de lo que te permitían tus ingresos reales. Pero una vez saldados esos créditos, hay que tomar medidas preventivas.
La primera es construir un fondo de emergencias, que equivalga a entre tres o seis meses de tus gastos corrientes. Debes incluir todos los gastos reales, no solo comida y vivienda; sino también desembolsos habituales en salud, educación, transporte y servicios.
Por cierto, una vez concretado tu fondo de emergencia, pasa a destinar tu dinero a ahorros o inversiones; pero cada tanto agrega un poco a ese fondo para que se haga más robusto.
Sobreendeudamiento por imprudencia financiera
Ocurre cuando se toma un préstamo sin constatar previamente que se tiene la liquidez para responder a las cuotas.
También suele ocurrir con el uso del plástico crediticio, al cual se puede llegar a ver como un amigo mágico capaz de cumplir nuestros anhelos de inmediato. El detalle está en que luego no se pagan los consumos mágicamente.
Una vez pagados los consumos crediticios que se adquirieron irresponsablemente, es bueno trabajar en el control del endeudamiento.
Aprende a usar el dinero para metas que sean productivas y no para gustos circunstanciales.
Un ejemplo de crédito para metas valiosas pueden ser los cursos y estudios, que te darán más productividad que comprar ropa o accesorios para el vehículo.
Es recomendable que, por un buen tiempo, tengas una tarjeta de crédito de un monto bajo, y no superar mensualmente el 50% de su límite de crédito.
También es indispensable que fomentes el microahorro para adquirir tus gustos (ropa, salidas, vacaciones, accesorios, etcétera); es decir, que puedas probarte a ti mismo que eres capaz de postergar y planificar tus gastos, especialmente los destinados a placeres.
Sobreendeudamiento por desconocimiento
Nos referimos a solicitar un préstamo o una tarjeta sin saber cómo funciona en realidad. Es decir, cuando se desconoce qué son las cuotas, la tasa de interés, las penalidades por mora, el historial y el score crediticios, la cobranza judicial, entre otros tantos elementos vitales.
En estos casos, resulta urgente documentarse y formarse. Puedes buscar ayuda en internet y también a través de cursos de instituciones estatales.
Un ejemplo de ello es la Escuela de Superintendencia de Bancos, que, aunque incluye información para profesionales de la banca, también tiene un módulo de finanzas generales para el público en general. De esta manera, podrás descubrir que en algunas circunstancias es mejor pedir un préstamo personal que hacer una compra con el plástico. Así como también sabrás cuando, sencillamente, no conviene pedir un crédito cuando el objetivo es banal o cuando no se tiene cómo responder a esa responsabilidad.