Intenté salir de mis deudas, pero no lo logré, ¿qué hago?

Intenté salir de mis deudas, pero no lo logré, ¿qué hago?. Templaris

Nuestro personaje se llama R., y bien pudiera ser cualquier cliente del sistema bancario dominicano con deudas castigadas. Hace mucho que lo ha intentado todo para saldar ese compromiso y recuperar su economía, pero no ha logrado. 

Cuando dijimos todo es todo: intentos de ahorro, sanes, ensayos de reducción de gastos, préstamo de amigos, negociaciones con el banco, incluso recurrió a una empresa que prometió “borrarle” la deuda sin saldar realmente el préstamo. ¿Cómo se siente R.? Pues, frustrado. Nadie podría acusarlo de quedarse de manos cruzadas. Y, sin embargo, no ha logrado su objetivo.

La historia de R., empero, comenzó a tomar un giro diferente cuando estableció una red de apoyo (entre personas e instituciones) y puso en prácticas estrategias que variaban de las anteriores.

Revisión la fuente de los endeudamientos

Tras mucho reflexionar, R. se dio cuenta de que sus intentos de ahorrar y reducir gastos habían fracasado. En todas las ocasiones incurría en compras compulsivas y generación de deudas.

Le gusta comprar ropa, accesorios que su carro no amerita, artículos para decorar su pequeña oficina en casa y más. Pero ya en el pasado había intentado frenar esos consumos.

Entendió, buscando en internet, dos elementos importantes:

  • uno, que requería atención psicológica porque su problema, sencillamente, era de una complejidad mayor;
  • dos, tener ayuda profesional, antes que una debilidad, es de una lucidez notable.

Sin dinero para las consultas, se aplicó para generar ingresos adicionales, los cuales transfería automáticamente a una cuenta de una amiga de gran confianza.

El psicólogo fue ejercitando junto a R. elementos como la ponderación de sus gastos, deudas, la postergación de sus satisfacciones y el retraso deliberado de adquisiciones. Así hasta lograr la exposición controlada a espacios de compra con las plazas comerciales.

Apoyo emocional más que monetario

R. reunió a varios de sus amigos y familiares a los que en el pasado les había pedido dinero prestado. Buscando intentar saldar su endeudamiento bien para sus gastos superfluos.

Esta vez no les pidió dinero, sino que lo apoyarán con otras cosas más importantes dado que estaba intentando hacer cambios grandes en su vida. Estas ayudas eran:

  • Evitar llevarle a restaurantes, discotecas y casinos.
  • Optar por compartir en casa (la de R. o la de ellos).
  • Participar en actividades gratuitas (conciertos, actividades culturales, etc).
  • Notificarle cuando algún conocido requiriese algún servicio que pudiese hacer como ingreso extra.
  • Acompañarle cuando deba visitar alguna plaza comercial.

R. consiguió que la mayoría de sus amigos y familiares se involucraran activamente en mantenerlo alejado de espacios donde gastar mucho dinero y generar deudas. Hacerlo sentir parte de una comunidad que se interesa por él.

Con esta acción y la terapia en paralelo, comenzó, ahora sí, a reducir sus gastos superfluos.

Ponderar sus gastos necesarios

Era evidente que en otras cosas R. sí debía gastar: alimentación, vivienda, transporte, salud, servicios básicos, etc. Es decir, sus gastos corrientes.

Pero a R. le surgía otra incertidumbre, cómo hacerles seguimiento a esos rubros. Con ayuda de un amigo y de guías en internet, elaboró un presupuesto mensual de lo que debía desembolsar en gastos básicos.

¡Sorpresa! Con los ingresos adicionales más los consumos que estaba evitando con la ayuda psicológica y su red de apoyo R. finalmente estaba teniendo un excedente.  Con su amigo estableció el monto preciso de ahorro sin comprometer los otros gastos esenciales.

En adelante, cada quincena había automatizado las transferencias a sus ahorros. De modo que no tenía ni siquiera espacio para dudarlo.

Negociar el pago de su deuda

Con orden en sus finanzas y con algo en el bolsillo, R. se decidió a llamar al banco para negociar un plan de pago.

En la entidad financiera le indicaron que ya no podía negociar con ellos. Ahora debía hacerlo con la empresa a la que le habían vendido su préstamo. Resulta que luego de un tiempo intentando reclamar el crédito sin éxito, la entidad metió el crédito de R. en un conjunto de otros impagos y los vendió a una empresa especializada en ese rubro.

Desconociendo cómo funcionaban las empresas de compra de deudas, R. estaba ansioso antes de llamar. No sabía qué le esperaba. Sin embargo, posteriormente agradeció haber llamado porque le plantearon varias alternativas.

Pagar de inmediato a cambio de un descuento atractivo respecto al monto total del préstamo moroso. Por otro lado, la posibilidad de un refinanciamiento.  Este implica dar por saldado el crédito actual y, mediante un contrato, abrir uno nuevo con condiciones flexibles.

En el caso de R., el plan comprendía unas cuotas iniciales por un monto bajo, tomando en consideración la cantidad de sus ahorros y el tiempo que llevaba poniendo en orden sus finanzas. Mientras que más adelante, las cuotas subían un poco, acorde con una bonificación que iba a recibir y nuevos ingresos adicionales. De esta manera saldó el nuevo crédito en menos tiempo del esperado y, por tanto, a un costo menor. Otro factor que jugó a su favor fue una tasa de interés competitiva dentro del mercado financiero de ese momento.

El remate exitoso

El día que la empresa de compra de deuda le dio su carta de saldo, R. estaba contento como no lo había estado en mucho tiempo.

Lo que para un observador inadvertido era un simple papel, para R. era la conquista de una gran meta personal. Logró en el trayecto autocontrol, cercanía y apoyo con su seres queridos, aprendizaje financiero, hábitos saludables y una disciplina motivo de un gran orgullo.

R. se consiguió, además, con algo muy positivo que no se había imaginado. A diferencia de la empresa que lo estafó tiempo atrás prometiéndole “borrar” su deuda pagándole una suma a esa “empresa”. Su nuevo acreedor le propuso la posibilidad de eliminar verdaderamente del historial aquel viejo préstamo que pasó moroso por años.

La empresa sí lo podía hacer —y así lo hizo— por su condición de legítima dueña de la deuda —la que compró al banco de R.—. Las organizaciones bancarias no hacen esto al finalizar una deuda impaga, porque para este sector es vital mantener los registros, mientras que para una empresa de compra de deuda no lo es. Si tu historia actualmente está llena de intentos infructuosos de salir de un préstamo largamente en mora, quizás te convendría tomar los pequeños pasos de R., con su misma paciencia, pero también su misma precisión.